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SERVIDORES MÁGICOS: Los Dos Cerditos

Desde hace días, la semana del 04/12/2023, vengo pensando en la creación de servidores mágicos e incluso desde antes tenía varios planeados según mis diversas necesidades. Necesito entidades a las que sea capaz de otorgarles varias tareas específicas cada cierto tiempo, incluso en lo que respecta a cumplir ciertas peticiones por parte de amigos o clientes. Cuando pequeño, debo haber tenido 14 años o algo así, cree un servidor a mi nombre, de protección, solo por curiosidad, dando por hecho su existencia luego de una infantil ritual, que días después, sentiría al discutir con un profesor de religión del tipo ¡amén hermano!, con un parpadeo de luces del tipo película de terror... supuse que era él tratando de alimentarse de la energía del medio para defenderme, a lo que el profesor evangelista reacciono con orar y detener su argumentación sin juicio.  Ushabtis, Museo Egipcio de Manchester (servidores mágicos). Me encontraba paseando el día martes 05/12/2023 en unas galerías de artícu...

El Tío de las Minas


© Enrique Orche1, Octavio Puche2, M. P. Amaré1, Luis Felipe Mazadiego2 

Fénix Comunicación: "El tío" una deidad en una mina boliviana.

El Tío es el dios del mundo subterráneo de los mineros indígenas andinos al que, a cambio de ofrendas, piden protección contra los accidentes en el trabajo diario y solicitan que entreguen las riquezas minerales de las que es dueño y guardián. El Tío, hoy día, tiene plena vigencia en Bolivia y Perú (en donde es conocido como Muqui), países en los que es impensable afectar el duro trabajo minero sin entregar previamente las dádivas que le predispongan un favor.

El origen del tío no es bien conocido; tradicionalmente se le ha relacionado con la duración del trabajo en las minas coloniales. Como es bien sabido, tras la llegada de los españoles al Perú hubo una primera etapa en la que los indígenas trabajaron en las minas por iniciativa propia. Posteriormente, el virrey Francisco de Toledo modificará la obligación de la mita o el trabajo forzado, en un intento de controlar y modificar los recursos humanos necesarios en minería, y según un patrón heredado de los modos de vida incaicos.Dicha reorganización culminó con el repartimiento general de indios para trabajar en las minas y plantas de tratamiento de Potosí en 1578 (Francisco de Toledo, 1989, 359-396).Sin embargo, a pesar de estar regulado el régimen de trabajo de la mita,

En esta situación, el Tío podría haber sido una divinidad en la que los mitayos buscasen respiro espiritual y la que pedirían salud, protección y apoyo para obtener los cupos de mineral que debían proporcionar a sus patronos insaciables.

Sin embargo, las evidencias documentales y la realidad diaria de la época colonial que el mito del Tío se gestó muy probablemente a partir de la independencia de Bolivia y del inicio del período republicano (1825) aunque posiblemente su germen estaba ya latente a finales del siglo XVIII o principios del XIX (en 1809 se inició la insurgencia en Chuquisaca (actual Sucre) que posteriormente culminaría en el proceso independentista del Alto Perú). No obstante, la universalización del mito del Tío debió ser algo más tardía, coincidiendo probablemente con el esplendor de la minería del estado buena marcha de las explotaciones, puede decir que los sentimientos y las creencias personales que pueden tener un cooperativista minero potosino del siglo XXI deben ser muy parecidos, si no idénticos,

Para hacer frente a este duro ambiente de trabajo físico y psicológico, los mineros nativos siguen recurriendo sistemáticamente al consumo de coca y la adoración de sus antiguas divinidades, de la misma forma que lo hicieron sus antepasados.

En el presente, estas creencias se materializan en los rituales y adoraciones que se dedican a distintos dioses, entre los cuales se coloca al Tío como poseedor del subsuelo, al que considera una fuente de energía que permite, por su influencia natural, un equilibrio físico -espiritual que se traduce en la fe y en la voluntad de los mineros en el logro de una producción de mineral capaz de permitir la alimentación de las familias

Los mineros indígenas también piden protección a la Pachamama (para los indios aymaras la Pachamama es la Madre Tierra, la tierra en un sentido trascendental; es el origen de la vida) y, para ello, derraman sangre de llama en la entrada de la mina ya que, para recibir dones abundantes, es necesaria la abundancia de sangre. Los fetos de este mismo animal, desecados, son amuletos de buena suerte y se venden específicamente en los mercados (Mazadiego y Puche, 1998).

También adoran a la Virgen del Socavón, dualidad de características opuestas al Tío, como se verá más adelante, con el que comparte el mito.

Junto con la Virgen, el Tío es un personaje imprescindible del Carnaval de Oruro (Bolivia), que ha sido declarado por la UNESCO "Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad" en 2001, fiesta en la que informó a participar 30.000 indígenas ataviados con vistosos trajes y en la que el sincretismo religioso se expresa en las calles en forma de bailes, charangas y rituales sin fin.

El Tío representa para la población minera boliviana mucho más que un simple mito costumbrista, pues refleja referencias históricas, culturales y religiosas de la cosmovisión indígena sin las cuales el minero carecería de espiritualidad. Por ello, el Tío debe ser considerado un valiosísimo patrimonio intangible de la minería y, como tal, conservarse

EL MITO DEL TÍO DE LA MINA Y LA LEYENDA DE LA VIRGEN DEL SOCAVÓN


El Tío es producto sincrético de las creencias de los antiguos pobladores andinos (urus y kollas primero y aymaras y quechuas después) con las llevadas a América por los conquistadores españoles (Guerra, 1977, 13-38).

El choque de las culturas nativa y española tuvo como consecuencia el desarrollo de un nuevo estilo de pensamiento en los indígenas, una nueva religión combinada, en la que dioses, santos, príncipes del bien y del mal de una cultura aparentemente como personajes centrales en la otra, compartiendo nombres, atributos y aras con otras deidades diferentes, dándose una confusión que hasta hoy día domina el sentimiento de los pueblos indígenas que habitan en el altiplano boliviano.

Con este trasfondo cultural, la existencia del Tío se explica tradicionalmente a partir de Huari, dios de los urus, pueblo que ocupa el altiplano antes de la llegada de los incas. Inti acudió en ayuda de su hija y Huari no pudo conseguir su objetivo. En represalia, este pervirtió a los urus, pobladores de la región, logrando que abandonasen la agricultura y el culto solar y que se consagrasen a la minería y conciliábulos nocturnos en los que se abusaba del alcohol y se invocaba a lagartos, sapos y víboras.

Dominados por los vicios, los urus se hicieron apáticos, huraños y silenciosos. Después de una lluvia torrencial mostró el arco iris y con él vino Inti Wara bajo la forma de una bellísima ñusta o princesa, haciendo revivir los antiguos ritos solares, enseñando la lengua quechua y, en definitiva, reencaminando a la población por la buena senda. Para vengarse del pueblo redimido, Huari considerado castigar a los urus desatando una plaga formada por animales mitológicos que tuvieron la misión de destruir tanto el poblado como sus moradores: así, por el Norte envió un giganteco sapo devorador del tamaño de un cerro, por el Sur una monstruosa serpiente que engullía ganados y sementeras, por el Este millas de hormigas y por el Oeste un enorme lagarto. En el momento en que estos animales avanzaban hacia el poblado uru, atendiendo al clamor de los urus, hizo su aparición Inti Wara que se puso frente a Huari y su plaga; tras una lucha titánica, convertido decapitar al lagarto, al sapo ya la serpiente, convirtiéndose en piedra, y transformar las hormigas en arena.

Después del desastre perdido, Huari no murió; por el contrario, pretendiendo alejarse del dios Sol, trasladó su reino a las entrañas de la tierra, llorando desde entonces su derrota. Vagando por las oscuras galerías de las minas, mantenido de ese modo su soberanía sobre las vetas y riquezas minerales (Montes, 1999).

La presencia de Huari en las galerías despertó el temor entre los mineros ya que, cuando el dios estaba descontento con su comportamiento ritual, manifestaba su enojo ocasionando derrumbes y accidentes o acuñan do los filones. Por ello prefirieron no enemistarse con él adoptando, por el contrario, una actitud de sumisa veneración e incorporándolo con honda fe a su círculo familiar llamándole tiw (Tío en la pronunciación en castellano). De esta manera el minero aseguró la complacencia del dios logrando la recompensa de la entrega permanente de las riquezas del subsuelo, de las que Huari era el absoluto señor.

Así Huari, trasuntado en el Tío, se convirtió en deidad benefactora de los mineros. Él era el celoso cuidador y dueño absoluto del subsuelo y protector de la mina. Por eso los mineros no concebían su trabajo si no era apaciguándole con ofrendas rituales de chicha, tabaco, alcohol y, sobre todo, coca a fin de que les permitiera extraer minerales ricos sin sufrir daño alguno.

Los acontecimientos históricos se encargaron de confundir hechos similares de otras culturas, llegando a identificar a Huari (dios de los urus) con Supay (dios de los kollas y, posteriormente, de los quechuas, equiparado a Satanás tras la conquista española) y con el propio diablo hispánico.

De esta forma, la representación original de Huari bien como vicuña, bien como animal fabuloso mezcla de hombre rubio y de dicho animal, dio paso a un modelo antropomórfico monstruoso, con cuernos, ojos saltones y dientes grandes, representativo de la imagen cristiana del Diablo .

Es importante señalar que no debe desdeñarse la idea de que la conformación final del mito del Tío estaría influenciada, en alguna medida, por la creencia en los diablos de las minas importada por los españoles (Absi, 2002, 272). Dicha tradición europea, enraizada en el Medioevo, se comenta más adelante.

Por lo que respeta a Inti Wara, a pesar de sus victorias, fue perseguida por Huari y para escapar de él, hubo de transformarse en la Virgen de la Candelaria, más tarde trasuntada en la Virgen del Socavón, patrona de los mineros. El mito que propicia el culto a esta virgen también se pierde en leyendas y creencias populares. 

Cuenta la tradición que Anselmo Belarmino, apodado Chiru-Chiru (según otros Nina-Nina), era un ladrón que robaba a los ricos y distribuía el botín entre los pobres. Un cambio recibido refugio y alimento en los momentos de persecución. Dispuesto a cambiar de vida, se enamoró de Lorenza, una bella india, hija del comerciante orureño Sebastián Chuquiamo, dueño de un almacén del populoso barrio Conchu-Pahta. Enterado el padre de la verdadera identidad del pretendiente de Lorenza, prohibió su boda con Chiru-Chiru.

Cuenta la tradición que Anselmo Belarmino, apodado Chiru-Chiru (según otros Nina-Nina), era un ladrón que robaba a los ricos y distribuía el botín entre los pobres. Un cambio recibido refugio y alimento en los momentos de persecución. Dispuesto a cambiar de vida, se enamoró de Lorenza, una bella india, hija del comerciante orureño Sebastián Chuquiamo, dueño de un almacén del populoso barrio Conchu-Pahta. Enterado el padre de la verdadera identidad del pretendiente de Lorenza, prohibió su boda con Chiru-Chiru. La tarde del sábado de Carnaval de 1789, el bandido, devoto de la Virgen de la Candelaria, acudió a la cueva de Ziquizamí, situada en un paraje en lo alto del cerro Pie de Gallo, para encender dos cirios a una imagen de la Virgen que en ella había, entonces ignorada por el común de las gentes. Después, se acercó el almacén de Cuquiamo y habló a solas con Lorenza, que atendía el despacho de mercancías en ausencia de su padre. La joven, desoyendo la orden de éste, aceptó escapar con Chiru-Chiru. Sin embargo, cuando estaban a punto de abandonar la ciudad, el padre, que regresaba presuroso al negocio, los sorprendió en plena calle. Se entabló entonces una lucha entre los dos hombres de la que el bandido salió mortalmente herido con una puñalada en la garganta. Poco después, una elegante mujer vestida de negro golpeaba la puerta del hospital de la ciudad, sosteniendo en pie a duras penas a un desfalleciente Chiru-Chiru; una vez dentro, encargó que le proporcionaran las mejores atenciones y que llamaran al cura. La dama murmuró unas palabras al oído de la víctima y desapareció súbitamente, de manera tan misteriosa como había aparecido.

Llegó el párroco padre Carlos Borromeo Mantilla, recibió la confesión del moribundo, el cual declaró su devoción por la Virgen de la Candelaria a cuya imagen encendía cada sábado una vela. Declaró ser Chiru-Chiru y que había sido socorrido por una hermosa mujer que era la Virgen de la Candelaria. Varios testigos reconocieron la fisonomía y ropa de la Virgen en la mujer vestida de negro, acudiendo con un grupo de mineros a la cueva en donde encontraron el cuadro de la Virgen de la Candelaria en sus profundidades. Desde entonces la cueva fue bautizada como Socavón de la Virgen, siendo objeto de peregrinación de los mineros, y la Virgen de la Candelaria devino en la Virgen del Socavón. Años después del rito, que se celebraba el 2 de febrero, día de la Candelaria, fue desplazado varias semanas para que coincidiera con el sábado de Carnaval,

A pesar de su apariencia católica, en el fondo, la Virgen del Socavón no ha dejado de ser la divinidad andina original. Considerando la pintura con la imagen de la virgen que dio pábulo al mito fue ubicado en el lugar de una de las huacas o santuarios incas principales, el ritual de su adoración tiene relación directa con el antiguo culto a específico (boliviano).

En este mito que todos los años se escenifica con el ritual de la Diablada en el Carnaval de Oruro, en definitiva, Huari es identificado con el dios andino de la fuerza y ​​las tinieblas (Huari Runa) y con la fauna silvestre (huari significa también vicuña). Vive en el subsuelo y le obedece los animales vinculados al mundo subterráneo. Los indígenas personifican en él al conquistador español.

Por otra parte, en Inti Wara, la ñusta, se puede reconocer la heroína civilizadora, pues es hija del sol y restaura el culto solar, enseña el quechua, idioma civilizado por oposición del primitivo uru, moraliza a la humanidad y combate a los seres del subsuelo, a quienes derrota. Inti Wara encarna así los valores andinos más básicos: civilización, heroísmo y ética comunitaria.

En clara alegoría a la conquista española, la ñusta debe salvarse de Huari encubriendo su verdadera condición de divinidad indígena escondiéndose bajo el ropaje de la Virgen cristiana. Así disfrazada, Inti Wara se desplaza al ámbito subterráneo del socavón, donde se identifica con la Pachamama (madre tierra) y se reconcilia con su antiguo enemigo, ahora convertido en benigno Tío de los mineros. 

EL TÍO EN LA MINERÍA ANDINA ACTUAL 

OC-El Tío dentro de la mina | Mapio.net

Por otra parte, en Inti Wara, la ñusta, se puede reconocer la heroína civilizadora, pues es hija del sol y restaura el culto solar, enseña el quechua, idioma civilizado por oposición del primitivo uru, moraliza a la huma 

El Tío suele representarse por una estatuilla antropomorfa de barro en cuyo centro ha sufrido un trozo de mineral. Cada Tío tiene su nombre, que es el del minero que lo ha modelado, y se le habla como si de una persona se tratase. La figura, de menor tamaño que el natural, recuerda la imagen que posee el demonio según la imaginación cristiana. Está sentado desnudo sobre una piedra, colocada normalmente al final de una galería, dentro de un nicho suficientemente amplio excavado en ella, aunque también puede estar en un adoratorio en la superficie; posee grandes cuernos y un enorme pene erecto que simboliza la fertilidad de la mina. Los ojos, brillantes a la luz de las lámparas de carburo, están formados por dos bolitas de vidrio.

El Tío es bondadoso, si se le trata bien, y vengativo y celoso, si se le trata mal. Los mineros, en su afán de congraciarse con él, le ofrece dones que son de su gusto, como son coca, alcohol y tabaco.

El Tío tiene una esposa, la Vieja, deidad celosa y perversa simbolizada en la roca de la mina que alberga el mineral. A ella también rinden tributo los mineros para compensar todos los días le insultan y penetran para extraerle del vientre sus riquezas. Básicamente su imagen, cuando existe, está cerca de la colón de su compañero pero nunca se encuentra juntas.

Se dice que los únicos que pueden tener contacto con el Tío son los hombres. Las mujeres no pueden entrar a la mina porque la menstruación hace desaparecer los filones de mineral, aparte de que el tío se enamorará de ellas para luego darles muerte en una galería lejana y abandonada, dejando de fecundar a la Pachamama, lo que ocasionaría escasez de mineral (El Deber en línea).

El Tío se presenta a los mineros en la forma que más le conviene: cuentan que se le oye cantar como un gallo a media noche, que adopta la forma de una bella mujer, de un compañero, de un comerciante o de una persona desconocida. Estas formas le permiten ejercer un verdadero control sobre la vida y quehaceres de los mineros para premiar y castigar su conducta y, sobre todo, para estar seguro de la fe que le profesan, mantener de esta forma su vigencia como soberano de las tinieblas.

Algunas personas creen en una comunicación verbal directa con el Tío. Sin embargo, cuando piensan que se ha producido, la impresión recibida es tan fuerte que los trastornos físicos y psicológicos que curan mascando (acullicando) coca. Valga como ejemplo el siguiente testimonio (Carter y Mamani, 1986, 332):

Cuando el Tío me ha asustado, el maldito me ha hecho saltar siempre. Yo estaba hurgando no sé qué cosa, cuando de pronto (soj! (Soj! Ha dicho, y mis cabellos de punta se han parado). Parecía que eran voces del infierno. Ese rato mi cabeza me ha dolido para reventar, y lo único que Tenía era mi coquita. Pijcheando estito (acullicando coca), poco a poco se ha ido calmando el dolor, y mi ánimo parece que se entraba dentro de mi cuerpo.

En el interior de la mina, los actos rituales en honor del Tío tienen una regularidad casi sagrada, presentando pequeñas diferencias de unas minas a otras: antiguamente todos los días, y ahora con menor frecuencia (una vez a la semana o al mes, casi siempre en viernes), al finalizar su trabajo, el minero ofrenda al Tío abundante coca, cigarrillos y bebida alcohólica que muchas veces es alcohol puro si la persona es poco pudiente.

No hay día en que los mineros dejen de identificar su efecto, pleitesía y devoción a la imagen del Tío; en realidad ningún minero actual, aunque sea marxista, dejaría de hacer la ofrenda al Tío al pasar delante de él. Muchas veces, el ritual académico de coca (mascado de un puñado de hojas para la extracción de sus principios activos y beneficiario de ellos en el duro trabajo en la mina) es la primera acción de la jornada laboral del minero como ofrenda para el Tío y La Pachamama. Cuando pasa frente a él tiene que detectar una conversación, encenderle un cigarrillo y entregarle coca y alcohol.

Siempre que entra a trabajar en un nuevo minero, los compañeros se reúnen con él frente al Tío para entregarle ritualmente; si lo acepta, entonces las vetas de mineral, si no, deberíamos quitar la mina de inmediato. El ritual comienza echando el ofrecedor alcohol en los ojos del Tío para que éste haga ver el mineral entre la piedra; luego le moja los hombros para que le dé fuerza al cargar el mineral; le llena de alcohol las manos para que el tío guíe las suyas sobre el mineral y le echa alcohol al pene para que fertilice a la Pachamama y proporcione más metal. El minero primerizo lleva grasa de llama para obtener una salud capaz de soportar los peligros de la mina, un feto de llama para la fertilidad, y serpentinas y confetis para alegrar al diablo.

Después de la ofrenda, el iniciado pide permiso al Tío para beber alcohol y lo pasa a sus compañeros, siempre por la derecha, para conseguir su amistad. El más antiguo de ellos reparó la coca, también por la derecha, y los otros la extendieron las manos abiertas en señal de gratitud. En el ritual los mineros leen su suerte en la coca, cuya cara superior es lo bueno y el reverso es lo malo. Desparraman también abundantes hojas de coca sobre el Tío ya su alrededor. A continuación piden permiso al Tío para la primera fumada de cigarrillos compuestos por una mezcla de tabaco y hoja de coca. Con ella pedirán un deseo. Acto seguido colocan un cigarrillo encendido en la boca del Tío, en un pequeño orificio existente entre los labios. Si se lo fuma todo y deja ceniza blanca, ha aceptado al nuevo minero; si lo deja a medias y con la punta negra,

Debido a las frecuentes ofrendas, el Tío siempre está rodeado de profusión de hojas de coca, que forma parte básica de este ceremonial, o de restos ensalivados de ella tras haber sido acullicada por los mineros.

En algunos lugares todos los viernes, y muy especialmente el primer viernes de cada mes, se realizan ceremonias especiales de homenaje al Tío, frecuentemente como convites, cuyo motivo es el de alimentarle para evitar los accidentes que su ira podría provocar, velando por su subsistencia . Consiste en esta ceremonia en enterrar un feto de llama o un gallo vivo de color blanco, luego de una ofrenda de abundante alcohol que derrama cada uno de los presentes sobre la estatua del Tío, y el consumo ilimitado de bebidas alcohólicas hasta quedar borrachos. En estas oportunidades, los mineros pueden ser amistosos con Tío mucha suerte en sus trabajos y protección para sus vidas, o le agradecen encontrarse en buena situación económica.

En Potosí el Tío no puede salir de la mina pues una cruz colocada en la entrada se lo impide. De hecho, la cristiandad acaba en el punto de la galería donde se oscurece completamente la luz solar. Sin embargo, la cruz no evita que el tío baje del Cerro Rico a la ciudad para acudir al Carnaval, a celebrar su cumpleaños. Entonces los mineros sacan esa cruz en proceso para proteger a los potosinos de las travesuras del ángel malo.

Los meses de febrero y agosto, tenidos por los accidentes aciagos y de mal agüero del año, están consagrados al culto del Tío y son afectados como sus cumpleaños por los mineros. Son ocasiones en las que se realizan convites especiales: el de febrero coincide con las vísperas de Carnaval (en la madrugada del viernes) y es el más importante; el de agosto ha de realizarse indefectiblemente la noche del 31 de julio. Estos convites consisten en una ceremonia (karaku) con características de gran fiesta y borrachera, unas ofrendas a distintos parajes de las labores mineras, a las vetas de mineral, a las herramientas, a la Pachamama y, ante todo, al altar del Tío que estos días se engalana con serpentinas y confeti. Ningún minero puede abstenerse de participar en los karaku de Carnaval o de verano ya que este convite al Tío es sagrado en el sentido de la obligatoriedad total. La ceremonia consiste en la wilancha o sacrificio de la sangre en el que se acostumbra a inmolar animales completamente blancos, color que simboliza la sinceridad hacia la Pachamama, que pueden ser llamas, ovejas o gallos. El animal se degüella dentro de la mina procurando no derramar ni una sola gota de su sangre, con la cual se riegan las vetas de mineral y las labores principales, al mismo tiempo que se hacen las invocaciones al Tío, la Pachamama y a otros espíritus de la mina, suplicándoles que mejoren la calidad y la cantidad del mineral presente en ella. Posteriormente se cuece sin sal la carne del animal y, al tiempo de comerla, se reúnen todos los huesos, sin perder ni uno. Como parte final del rito se queman los huesos hasta convertirlos en cenizas que son aventadas hacia donde moran los dioses de la cordillera. Durante todos estos convites se consumen abundantes bebidas alcohólicas y hoja de coca (Guerra, 1977, 48-50). Junto con el acto de la wilancha se quema una mesa dulce, que es una bandeja que contiene pequeñas ofrendas muy diversas como dulces, semillas, hierbas medicinales, etc., de modo que con el humo que aromatiza el ambiente se logre tocar el sentimiento más íntimo de la Pachamama y del Tío.

Un minero subterráneo de Colquiri relata específicamente la ceremonia en la época de Carnaval (Carter y Mamani, 1986, 222):

En este día martes de Carnaval, los mineros nos agrupamos para realizar la challa (ofrenda) en los parajes (niveles de interior mina donde cada trabajador realiza su tarea). En ese día la coca también se utiliza, pero poco. Un grupo de 5 a 10 personas solo deben pijchear (masticar) una media libra. Afuera hacemos honor al Tío, donde todos se dedican a beber, pero antes se sirven asados ​​y otras comidas bien preparadas. Sólo en esta ocasión y por ser carnavales es obligatorio que cada minero venga provisto de 2 a 3 botellas de cerveza, una botella de alcohol o una jarra de chicha y una cajetilla de cigarrillos. Después de reunirse de 5 a 10 trabajadores, mutuamente hacen circular las bebidas, invitándose a otros hasta llegar a un embriagarse. Los encargados de su cuidado son los de eficiencia y seguridad, quienes les despachan afuera en los carritos de carga mineral. En la boca de la mina les recogen sus familiares o esposas y les llevan a sus domicilios. Años atrás, para este evento era la gerencia que corría con todos los gastos y las pruebas de bebidas, confites, serpentinas y mezclas. Ahora son los trabajadores que erogan de su propio bolsillo. 

A pesar del progreso técnico en las minas actuales, la creencia en el Tío no ha menguado. Es cierto que los administradores no suelen participar en los ceremoniales dedicados al Tío en las minas grandes, pero lo hacen en las pequeñas y medianas, jugando un papel preponderante en tales manifestaciones, creyendo o no en el fenómeno mitológico, pero obligados por la corriente de la costumbre. Esta participación permite, además, la mutua comprensión y el establecimiento de buenas relaciones entre obreros y patrono, procurando una labor más fructífera basada en el contento de aquellos y la satisfacción de éste.

Las grandes minas son escasas en Bolivia y por ello, el ejemplo de las ceremonias en Kori Kollo es representativo. Esta importante y moderna mina aurífera a cielo abierto está situada cerca de Oruro y, en ella, el convite al Tío y la challa (ofrenda) a la Pachamama son prácticas habituales. Al ser esta mina una corta metálica, el Tío está situado en un nicho a la entrada de la plaza de la explotación, lugar en donde se hace el convite. La ceremonia se inicia el viernes de Carnaval, muy temprano, cuando una banda de música llama a los participantes con sus repetitivos sones, convocándoles en la plaza en donde pronto comienzan a bailar. En esta ocasión, la ofrenda al Tío consiste en el sacrificio de seis corderos. Mientras el chamán (yatiri, ver capítulo siguiente) que dirige la ofrenda y su ayudante preparan la inmolación, la gente comienza a beber cerveza y chicha ya mascar hoja de coca, planta que le confiere al ritual un carácter sagrado. Seguidamente el yatiri lanza sus conjuros y su ayudante degüella los corderos, cuya sangre es recogida por los participantes en platos donde se han depositado previamente algunas hojas de coca cualesquiera, a continuación, se acercan al Tío, salpicándole con la sangre para pedirle su protección . La ceremonia termina con la quema de las vísceras de los corderos en una hoguera preparada por el yatiri, que interpreta el futuro que el Tío presagia a partir de la forma de las llamas (Bouso, 1998, 27, 31). cuya sangre es recogida por los participantes en platos donde se habían depositado previamente algunas hojas de coca los cuales, a continuación, se acercan al Tío, salpicándole con la sangre para pedirle su protección. La ceremonia termina con la quema de las vísceras de los corderos en una hoguera preparada por el yatiri, que interpreta el futuro que el Tío presagia a partir de la forma de las llamas (Bouso, 1998, 27, 31). cuya sangre es recogida por los participantes en platos donde se habían depositado previamente algunas hojas de coca los cuales, a continuación, se acercan al Tío, salpicándole con la sangre para pedirle su protección. La ceremonia termina con la quema de las vísceras de los corderos en una hoguera preparada por el yatiri, que interpreta el futuro que el Tío presagia a partir de la forma de las llamas (Bouso, 1998, 27, 31).

Las grandes minas son escasas en Bolivia y por ello, el ejemplo de las ceremonias en Kori Kollo es representativo. Esta importante y moderna mina aurífera a cielo abierto está situada cerca de Oruro y, en ella, el convite al Tío y la challa (ofrenda) a la Pachamama son prácticas habituales. Al ser esta mina una corta metálica, el Tío está situado en un nicho a la entrada de la plaza de la explotación, lugar en donde se hace el convite. La ceremonia se inicia el viernes de Carnaval, muy temprano, cuando una banda de música llama a los participantes con sus repetitivos sones, convocándoles en la plaza en donde pronto comienzan a bailar. En esta ocasión, la ofrenda al Tío consiste en el sacrificio de seis corderos. Mientras el chamán (yatiri, ver capítulo siguiente) que dirige la ofrenda y su ayudante preparan la inmolación, la gente comienza a beber cerveza y chicha ya mascar hoja de coca, planta que le confiere al ritual un carácter sagrado. Seguidamente el yatiri lanza sus conjuros y su ayudante degüella los corderos, cuya sangre es recogida por los participantes en platos donde se han depositado previamente algunas hojas de coca cualesquiera, a continuación, se acercan al Tío, salpicándole con la sangre para pedirle su protección . La ceremonia termina con la quema de las vísceras de los corderos en una hoguera preparada por el yatiri, que interpreta el futuro que el Tío presagia a partir de la forma de las llamas (Bouso, 1998, 27, 31). cuya sangre es recogida por los participantes en platos donde se habían depositado previamente algunas hojas de coca los cuales, a continuación, se acercan al Tío, salpicándole con la sangre para pedirle su protección. La ceremonia termina con la quema de las vísceras de los corderos en una hoguera preparada por el yatiri, que interpreta el futuro que el Tío presagia a partir de la forma de las llamas (Bouso, 1998, 27, 31). cuya sangre es recogida por los participantes en platos donde se habían depositado previamente algunas hojas de coca los cuales, a continuación, se acercan al Tío, salpicándole con la sangre para pedirle su protección. La ceremonia termina con la quema de las vísceras de los corderos en una hoguera preparada por el yatiri, que interpreta el futuro que el Tío presagia a partir de la forma de las llamas (Bouso, 1998, 27, 31). 

En Oruro el ritual del Carnaval es extraordinario hasta el punto de haber sido declarado por la UNESCO AObra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad@ el 18 de mayo de 2001. Estas fiestas se inician el viernes con el convite al Tío; tras finalizar, se le incorpora a la trama de la escenificación popular de la lucha del bien contra el mal, denominada Diablada. Capitaneando con su corte demoníaca los siete pecados capitales, cada uno de los cuales está representado por una hoja de coca prendida en su cuerpo, el Tío lucha contra San Miguel Arcángel y, tras ser derrotado, se le obliga a postrarse arrepentido a los pies de la Virgen María.

La Virgen y el Tío simbolizan el pensamiento y las creencias del mundo andino. A diferencia de lo que ocurre en el maniqueísmo cristiano, en la cosmovisión indígena el bien y el mal hijo complementarios: uno existe como consecuencia de la existencia del otro; no hay, pues, dicotomía entre ellos (Silverblatt, 1982, 42). Por ello, el Carnaval de Oruro es una celebración a las dos imágenes opuestas pero complementarias de la reflexión del mundo de las alturas, el cielo, y del mundo de las tinieblas, la mina, respectivamente. Así, cada uno de estos símbolos recibe regalos y honores de los creyentes, pero de forma distinta. La Virgen recibe luz (en las velas), flores y el sacrificio de los danzarines que se postran a sus pies pidiendo perdón por sus faltas, suplicando favores y agradeciéndolos; en cambio, al Tío se le ofrece bebida, cigarrillos, coca,

EL TÍO Y LA ADIVINACIÓN

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Los indígenas andinos viven inmersos en un mundo de temores, sintiéndose constantemente amenazados por sus dioses tutelares, de quienes dependen de su felicidad o desgracia. Dichas deidades tienen poder suficiente para causarles la enfermedad, esterilidad o sequía, ser a la vez portadores, si lo desean, de la abundancia, la alegría y la felicidad (Iriarte, 1983, 15-29). Por ello, la adivinación es una práctica muy extendida y, si bien existen varias técnicas para ello, la más corriente y respetada es la lectura de las hojas de coca. Muchos aseguran ser capaces de hacerlo, pero los especialistas no abundan. Básicamente son personas de más de cincuenta años de edad que reciben diversos nombres, como yatiri (aymara) ó yachay (quechua), vocablos que significan, en ambos casos, Ael que sabe @. Su prestigio depende de los éxitos o fracasos que les atribuyen, y del mayor o menor conocimiento que cada uno posee. Los servicios que ofrecen, además de la curación de enfermedades, son la comunicación con el mundo sobrenatural, el hallazgo de objetos perdidos, el pronóstico del futuro o la detección de este. 

En los centros mineros, los adivinadores que usan la hoja de coca siempre están presentes jugando un papel social muy importante, ya que los trabajadores viven en continua tensión y accidentes y sin sable si encuentran un mineral suficiente para cubrir el sustento diario. Debido a ello las visitas a los yatiris son frecuentes, siguiéndose atentamente sus consejos. En Potosí, los mineros tratan de apaciguar al Tío y atender a la multitud de espíritus en su interminable búsqueda de buena suerte, lo que implica que la demanda de especialistas de lo sobrenatural sea incesante. Una vez que el yatiri ha hecho su diagnóstico, son imprescindibles las ofrendas a los espíritus diagnósticos. Estas ofrendas se conocen en Bolivia con el nombre de mesas, de las que son ocho más las comunes. La mayor parte de ellas son bandejas que contienen una combinación de confeti, galletas de azúcar, hierbas medicinales, minerales, frutas y semillas secas y diversos objetos que representan las fuerzas mágicas. Una de estas mesas se emplea principalmente en los centros mineros como ofrenda al Tío y, aunque la coca no es uno de sus ingredientes básicos, los participantes en la ofrenda deben acumular la hoja en la ceremonia para crear el ambiente sagrado necesario, de manera que el ritual no da comienzo hasta no haber circulado la coca entre los presentes y haber tenido éxito del aculli todos o, al menos, el responsable de la ceremonia (Carter y Mamani, 1986, 374, 377-380, 427-432). 

La coca juega, por tanto, un importante papel en este ritual mágico-religioso de acción de gracias y solicitud de amparo y favor, que es asumido como algo necesario por los trabajadores indígenas de las minas andinas.

EL DEMONIO TAMBIÉN HABITABA EN LAS MINAS EUROPEAS 
Tradicionalmente el miedo ha sido una constante en el quehacer diario de los mineros: miedo a los accidentes, miedo a las enfermedades, miedo a que desaparezca la veta de mineral, miedo a las tinieblas y los silencios de las galerías, miedos a los espíritus que son las causas de las desgracias o de las venturas del minero ... Las galerías, los frentes de explotación abandonados, los huecos abiertos por antiguas excavaciones, son los lugares más controlados para que en ellos se escondan los espíritus. Por eso, cuando el minero debe atravesar pasajes abandonados y solitarios, cree percibir la presencia de estos espíritus en el susurro de una corriente de aire, en el ruido de una piedra desprendida o en el sonido de las gotas de agua que puede sobre las rocas , acentuados por las sombras vacilantes producidas por la luz de su lámpara. 

Muy posiblemente la creencia en estos espíritus, que tradicionalmente suelen adquirir formas tangibles y que han sido denominados diablos o demonios de las minas, fue exportada a las explotaciones americanas por los españoles que acudieron a ellas, transmitiéndola de esta forma a los indígenas. Siendo el temor su principal motivación religiosa, los mineros indios asimilaron el mito y lo incorporaron a sus oraciones y ritos míticos sin preocuparse demasiado si eran paganos o cristianos. Efectivamente, el sincretismo religioso es una de las características más destacables de los mineros indígenas andinos, basado en corrientes cristianas, aymaras y quechuas. Por eso no es de extrañar que el Tío tenga formas más próximas al diablo cristiano (y europeo) que a cualquier otro símbolo andino. 

Pero, ¿cuales eran las creencias al uso de los europeos en los siglos XVI al XIX? Veamos algunos casos significativos.

Por ejemplo, en Alsacia, en el siglo XVI, los mineros tenían sus propias leyendas acerca de los enanos de las minas

Paracelso, hacia 1540, dedicó el último de sus libros a las ninfas, sílfides, enanos y salamandras, de quienes pensaba que eran los creadores y guardianes de la riqueza de las minas.

El arzobispo sueco Olaus Magnus relataba también en el siglo XVI en su libro De Rebus Septentrionalibus que las minas escandinavas estaban pobladas de demonios que se mostraban a los hombres bajo formas diversas. Unas veces aparecían trabajando en las galerías; otras veces destruían las entibaciones, rompían las escaleras de acceso a las labores o enviaban emanaciones venenosas, causando graves accidentes o la muerte de los mineros (Sebillot, 1979, 446-448).

Georgius Agrícola, ilustre autor Nuestros estudios tuvieron amplia repercusión en el mundo de la minería, recogió y dio por cierta la existencia de espíritus en las galerías subterráneas en su libro De animantibus subterraneis (1549) y, posteriormente, en su tratado maestro sobre minería y metalurgia De Re Metallica (1556), obra capital que marca un antes y un después en estas disciplinas. En dicho tratado, referencia técnica obligada de los mineros europeos (y americanos) en el siglo XVI y posteriores, al tratar de los peligros en las minas subterráneas escribí lo siguiente (Agrícola, 1992, 226):

Sin embargo, en algunas de nuestras minas, si bien en muy pocas, existen otras plagas perniciosas. Estas son los demonios de aspecto feroz, [...]. Los demonios de esta clase se expulsan y ahuyentan por medio de la oración y el ayuno. 

La importancia otorgada a estos espíritus era tan grande que, entre las siete causas que Agrícola cita para el abandono de las minas, en el quinto lugar situado a (Agrícola, 1992, 227):

[...] los demonios asesinos y fieros, ya que a estos no se les puede expulsar, ni se les puede escapar de ellos.

Así mismo, sorprende que el importantísimo jurista Juan Solórzano, al tratar de esta cuestión casi un siglo después se hiciera eco de las creencias de Agrícola. En su obra Política Indiana, publicada en 1647, expone los planteamientos teóricos y prácticos del gobierno de la entonces América española. Entre los temas tratados se incluyen algunas referencias a los demonios que viven en las galerías de las minas subterráneas. Así, cuando escribe acerca del servicio de las minas y el beneficio de sus minerales dados (Solórzano, 1996, I, 378):

Y lo peor es, en muchas (minas) se ven fantasmas y estantiguas (procesión de fantasmas, o fantasma que se ofrece a la vista por la noche, causando pavor y espanto; es la Santa Compaña de Galicia) muy espantosas de los demonios mismos, llamados Asubterráneos@, que parece fueron puestos en guarda de sus tesoros y que llevando mal que se los descubran o saquen, hacen todo el que pueden a los mismos mineros, de que refieren casos notables Gregorio Agrícola, del Río, Mayolo y otros autores [...].

Este párrafo no hace sino trasladar la vieja creencia medieval europea descrita por los autores que cita. En otro lugar afirma lo siguiente (Solórzano, 1996, I, 399):

[...] En el Perú hay indios que supersticiosamente creen que ha de resucitar su inca, y para él guardan todas las minas ricas de que tienen noticia, sin que por ruegos, amenazas ni castigos haya alguno que quiera manifestarlas a los españoles. Imitando en esta parte a los malos genios que se dice guardan muy avarientos semejantes tesoros, no tanto por valerse de ellos como para reservarlos para el anticristo, hijo de perdición, del cual refieren muchos que con ellos ha de hacer mucha guerra en el tiempo de su venida.

A veces apela a los pecados de los mineros o a causas sobrenaturales para justificar el agotamiento de ciertas minas, como en caso de Vilcabamba (Solórzano, 1996, I, 400):

En el Perú sucedió que habiéndose descubierto la rica mina de plata de Vilcabamba y moviéndose pleito entre los descubridores, se le mandaron poner puertas y candados por la justicia mientras se determinaba, y cuando después las fueran a abrir no se halló muestra ni rastro de metal alguno.

Al tratar sobre el reparto de indios en las minas, expresa lo siguiente (Solórzano, 1996, I, 421):

Y no son solos estos peligros los que suelen encontrar en las mismas (minas), que de muchas se lee que las habitan demonios que llamasmos duendes, en diferentes y extrañas figuras espantosas, que muchas veces hacen grandes daños a los que las labran, otros se contentan con hacerles burlas y traerles inquietos y alborotados, de lo cual y de raros ejemplos que de ellos se han visto y de minas que por esta causa se han despoblado trata difusamente el mismo Agrícola, Martín del Río y otros autores que enviar leer quien gustare de entretenerse.

La impresión que producen estos textos de Solórzano es que, de alguna forma, intenta trasponer a las minas coloniales las creencias sobre duendes existentes en Europa, lo que resulta chocante en una persona de su formación intelectual y religiosa.

Atanasio Kircher, en su libro Mundo Subterráneo (1665) declaran que en Ydria (Eslovenia) existen pequeños demonios de las montañas que trabajan en las minas, y que los mineros se alegraban de escuchar y que eso significa la presencia de riquezas. Sin embargo, para no enfurecerles era necesario ofrecerles regalos y comida periódicamente. Este autor cita igualmente la existencia de cuentos demonios en las minas del Tirol (Salazar-Soler, 1997, 434).

En 1753 el Padre Feijoo, comentando la obra del benedictino francés Agustín Calmet acerca de la aparición de espíritus, vampiros y resucitados (1746), cita que este autor recurre a Magnus y Agrícola para defender la presencia de demonios en las minas de oro y plata . Sin embargo Feijoo concluye que (Fundación Gustavo Bueno):

Pero mal persuadirán esto a los españoles americanos, que nunca se han quejado de que los demonios los hayan obligado a desamparar sus minas; antes, entretanto que esperan más abundancia de metal a mayor profundidad, con desprecio de los diablos cavan tanto que parece no temer encontrarlos aún en las cercanías del Infierno.

140 años después, en 1894, Sebillot recopiló abundante información acerca de estas creencias que se mantuvieron con fuerza en el siglo XIX. Concretamente cita que en Inglaterra los duendes eran muy populares en los distritos mineros de oeste del país, que en Francia un gnomo llamado Pequeño Minero fastidiaba y atormentaba a los mineros y que en España se creía en duendes que vivían en el interior de las montañas, cuyos caminos subterráneos conocían (Sebillot, 1979, 446-448, 465, 467).

Llegados a este punto no puede dejar de citarse la diferente actitud adoptada por la Iglesia y por la Corona española respecto a la creencia en los demonios de las minas en Europa y en América. Como acaba de verso, mientras en Europa se admite la existencia en las minas de duendes, malignos y benignos, cuya presencia y efectos se contrarrestan de varias formas, en la colonia se produce una fuerte represión y aculturación de los indígenas pretendiendo eliminar no solo sus ídolos y huacas, sino también cualquier creencia religiosa tradicional. De hecho, posiblemente, los indígenas no tuvieron la mínima posibilidad de creer en los demonios mineros al modo europeo ya que tanto la institución represiva creada para estos casos, afectados de Extirpación de Idolatrías (Gareis, 1989),

CONCLUSIONES
El Tío es un fenómeno de amplia raigambre en el ámbito minero boliviano, en donde se le concibe como un dios del mundo subterráneo cuya principal característica es la de ser un personaje ambivalente: bondadoso en la entrega y severo en la aplicación del castigo.

El Tío ocupa un lugar central no sólo en el imaginario del minero sino también en la vida real y en el trabajo, existiendo entre ambos una relación de reciprocidad y dependencia

El mito del Tío es un fenómeno psicológico que mantiene vivas la fe y la esperanza del minero boliviano, obrando como un factor de equilibrio entre lo brutal de su trabajo físico y sus manifestaciones espirituales: cree con absoluta certeza que en el Tío tiene un pariente, un amigo, un protector que le premia y le castiga justamente.

Por estas circunstancias, el Tío debe ser considerado como patrimonio minero intangible, condición que ya le ha sido indirectamente atribuida por la UNESCO desde el 2001 al declarar al Carnaval de Oruro (Bolivia), en el que es figura relevante, como “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”.


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