©Tres Cabezas
Zillah en la cámara secreta, Harper's Weekly, diciembre de 1868
Entre más claridad tenemos en cuanto a los términos y clasificaciones de la Magia, mayormente podemos ayudar a las tradiciones de magia popular y al ocultismo en general. Muchas tradiciones tales como Hoodoo, Powwowing, Curanderismo, etc., se están extinguiendo debido a su desplazamiento por parte del new-age, la brujeria ̶t̶r̶a̶d̶i̶c̶i̶o̶n̶a̶l̶ moderna y la wicca. Esto debe parar, y solo es posible trabajando el respeto e informándonos.
El mago es aquel sujeto que ha recorrido y completado el largo camino de la iniciación, el cual es un entrenamiento previo que conlleva esfuerzo, auténtica preparación e integral formación mágica. Es así que gana madurez mágica y con ello su título. Él siempre se adhiere a las legalidades universales, pues comprende las leyes del macrocosmos y microcosmos; su trabajo, operación, funcionamiento y control. Conoce las causas, anexos y efectos de los poderes que usa, ejerciéndolos deliberadamente. A través de su ejercitación diaria fué que desarrolló estas diversas habilidades las cuales son indices de su avance, que se construyó en un solido fundamento armoniosamente articulado. Él a diferencia del Brujo y el Hechicero, no realiza pactos, pues domina perfectamente a los seres espirituales implantado su divina autoridad sobre ellos.
El brujo es un ser maligno, que a través del pacto con el Diablo adquirió sus poderes y espíritu familiar quien es un demonio de rango menor. A través de los tiempos, los trabajadores espirituales (confundidos en la modernidad con brujos) de diversas tradiciones mágicas populares han hecho frente a estos poderes demoníacos. El espíritu familiar le brindará seguramente protección en todos los aspectos, siéndole servicial, previendo y prestando cualquier asistencia a cambio de lo que se haya acordado en el pacto, o de otro modo, como esclavo bajo el gobernante del familiar. El hechicero y el brujo pactan con las fuerzas naturales y infraterrenales a diferencia de lo que no ocurre con frecuencia en la brujería moderna.
Los hechiceros tienen un torcido conocimiento de los arcanos, ya que estos no entienden el origen de sus poderes ni tienen idea de sus conexiones reales, pero sí de las consecuencias, conociendo a lo sumo una o dos leyes universales. Sus brujerías y hechizos son pobres imitaciones del proceder mágico, a menudo utilizan estados extáticos, incluso a través de inquietantes procedimientos rituales, barbaras invocaciones y conjuraciones a los espíritus; dependen de fuerzas objetuales. Todo esto puede resultar en un constante peligro de caer en la desarmonía, aunque creo, estando bajo el amparo de un Dios, podría no suceder.
Por ningún motivo un trabajador espiritual, que se enmarca dentro de la magia popular, es un brujo moderno, son cosas completamente distintas. Los trabajadores espirituales se rastrean desde antes del 1700s, mientras que los brujos modernos corresponden a los años 40-50 en adelante. En mí opinión muchas veces los llamados brujos modernos son una mala versión del hechicero tradicional, pero en otras tantas ocasiones, cumplen con el papel de actualizar la hechicería y hacerla más accesible al público común.
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